domingo, 11 de abril de 2010

"Cuarto sin ventanas"

Era un caserón de esos que ya no se levantan, robusto en su gesto torcido, de anciano que con la punta de la nariz ya va olisqueando el suelo que le dará por tanto tiempo reposo.

No parecía asustado ante el derrumbe de sus piezas, cualquier otro que contemplase como su piel cuarteada caía desconchada sobre el suelo, tal vez hubiese gritado, se habría chiscado en los muertos de alguien o habría consultado a un dermatólogo.

Pero él no. Él se contentaba con saber que seguía en pie cada segundo que se mantenía erguido. Por mucho que le pesasen sus tejas ennegrecidas y le dolieran las vigas, ya roídas. No se quiso venir abajo, contenía vida, escuchaba en su interior risas, gritos, golpes y gemidos.

Sonidos que nunca quiso traicionar. Supongo que esas manchas de humedad que los críos vieron en el desván eran la transpiración del coloso, que vivía en completa tensión por evitar que su mollera diese con el suelo.

Y al final le pudo el peso del hormigón. Retumbo la tierra, el titánico esfuerzo había valido la pena. Murió con las cortinas puestas.


PS:Y yo sigo, de pie y con la novela, y para que lo sepáis: estoy a dos párrafos de la muerte, absurdo invento.

1 comentario:

  1. Sigue en pie y evita la muerte, amigo. Has humanizado una casa de una manera muy convincente. Un abrazo.

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