jueves, 14 de octubre de 2010

Y los sueños...







Resuena el llanto de la guitarra, de entre los cipreses que se desperezan, aparece el sol que entra en escena con paso seguro, y sin hacer caso al apuntador, calienta como no debería calentar.

El sudor se arremolina en su frente y bajo las ruedas de su coche arde el asfalto. La calle se les queda pequeña y la gente les ve perderse entre más gente. Distinta, pero igual.

Un poli les para, ella ruge calentando bujía, el baja con descaro la ventanilla y ajusta el retrovisor; qué sucede, iba usted muy deprisa; lo sé responde él sin hacer mayor aspaviento; se quedan mirando y la gente camina.

Sin dirección ni destino, algunos caminan por caminar, otros tienen prisa, el reloj les quema las entrañas y el amor o el odio o el miedo, la mirada.

Arden, como arden las palabras cuando uno las sabe cargar de pólvora y cicuta. Yo camino marcando un compás de cuatro por negra con el talón. No quemo rueda, ni conduzco un Ford Fiesta pensando que es un Mustang, tampoco me hace ninguna falta.

Friegan las calles; artistas y titiriteros bailan con el sonido de un violín, flotan globos en el aire y los niños pierden su mirada en el cielo, que se encapota para salirte a torear.

Como un miura, echando sangre y arena hacia atrás, cargas cuesta arriba.
A mí la boca me sabe a cloro.

Las golondrinas rondan a los patos, las arañas a las moscas y un pobre picador crecido intenta entrar a matar contigo.

Va jodido, no más que yo, que le observo y me sonrío.

Tampoco tengo mucho más que hacer.

Ya están sacando a rastras al sol, que desde el suelo me guiña un ojo, no ha sido un mal recital.

Mejor al menos que mi día, que entre dolores de cabeza y palos de ciego se extingue por la ribera que no se detiene ni para preguntar que qué tal.

Pues cuesta abajo y sin frenos; y sin mucho más que hacer. Los niños juegan sin saber todavía lo malo que es lo malo y todo lo bueno que les queda por ver.

Yo ya he visto demasiado, o aun me falta mucho por ver, porqué no entiendo de la misa la mitad, ni de esta peli (derroche de clichés) el final.

Un contrapicado, guiño a cámara, me paso la lengua por los labios.

“A mí no me llamaron Indiana, pero nadie me gana a perro.”

Un telón que cae, cuatro nombres sobre un fondo negro. Y un capullo en un Ford Mustang que se pierde en el horizonte.

Bajo una bandera remendada, que hiede a libertad pasada un león rugiente me da las buenas noches. Unas letras se iluminan, suena al piano “Moon river” o la “Marcha Imperial”.

Qué más da, esto se acaba y redobla un “The end” en tu pantalla.



-.En lo que queda de semana no actualizo, que es el final de fiestas y voy de aquí a allá... Mañana a ver al Sabina. Pasado Dios dirá. La foto, una noche más de Antonio Goya,a quien os insisto que veáis como retratista, que es cojonudo: http://www.flickr.com/photos/tonigoya

5 comentarios:

  1. Qué bien, urbano, con sabor a calles y a gasolina. Me gusta este cruce entre relato y poesía, este pasear mirando y plasmando la vida, que aquí parece pasar como una película lenta.
    Saludos.
    PD: pedazo foto.

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  2. Es que hay días en que si no se tiene nada que decir lo mejor que se puede hacer es decir lo que se ve, Igor, un saludo y efectivamente, la foto es una maravilla, lo mejor del blog diría yo.

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  3. Espero que disfrutes de Don Joaquin, va ser u concierto estupendo seguro. El último del Príncipe felipe estuvo insuperable. Como simpre, excelente relato con ese sabor amargo que sabes imprimir en tus palabras urbanas. Moon river es una excelente canción para terminar...

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  4. Moon river no está mal pero yo prefiero Pastillas para no soñar.

    Gracias a los dos, Marcos y Mermelada, un saludo y que vaya todo bien ;)

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