miércoles, 17 de marzo de 2010

Calles, el silencio. Escuches, tu mirada.

No tengo más casa que el reflejo que día si, día no, me ofrecen los charcos que riegan Averroes.

Mi hogar es el silencio ahogado por los tubos de escape y los pasos de la Gran Vía.

Mi familia, las palomas que vuelan, (batiendo sus alas infectas, de gris hongo y cemento manchado) entre las almenas con forma de santo que coronan una gran catedral.

Mi credo, los gemidos angustiosos de una panda de gitanos, muertos por el mono, que esputan bilis, sangre y flema sobre los adoquines quebrados de una de esas calles que el ayuntamiento prefiere obviar.

Mi bandera… yo no creo en las banderas, pero no me veras lagrimear, ni alzar mi brazo protector si no es por el cielo azul, por esa inmensidad en la que bailan prestas las nubes, en la que el cierzo ciego de rabia y vino traza escorzos imposibles.

Mi amor, para quien mi amor si no para mi, para mis ideas, para mis pasos patizambos de rodilla mal arqueada que salpican cada una de las baldosas que bordean, mohosas y húmedas las riberas del Ebro.

Mi dios: vuestros sueños, vuestros proyectos nacientes, vuestros amores muertos, vuestros gritos de miedo en callejones oscuros, vuestras risas sinceras en parques de tarde.

Cuando ese sol rojo, que es el mismo aquí, allí, entonces y mañana… se agacha, como el que se agacha a acariciar el pescuezo del perro y le mira, nos mira a los ojos y en el punto álgido del crepúsculo cree ver en sus ojos la misma humanidad latiente, hedienta y malsonante que retumba en el fondo de su ardiente corazón.

Pero recapacita, pues somos hombres y él un astro, y está claro que por mucho que sus caricias nos reconforten, que el tacto de sus rayos nos haga tumbarnos a disfrutar de la carantoña, no le entendemos, no somos como él y su vaivén aun siéndonos conocido no es inexplicable.

Así que parte, como todas las noches, se pone en pie y se marcha, prometiéndonos con el último guiño condescendiente que volverá mañana, que a primera ahora nos despertara con su caricia de fuego templado.

Y algún día espera, que le podamos entender, que sepamos porque a lo lejos tiritan azules las estrellas, y que hartos de menear el rabo, y de lamernos la breva rompamos las cadenas, nos pongamos en pie y argumentando una (demostrable) igualdad, encaremos al astro rey.

Clavando nuestras vidriosas pupilas de supra hombre Nietzschiano en sus áureas y difusas pupilas, alcemos la voz y digamos:

“A tomar por el culo”

Roto el equilibrio, reajustada la igualdad, borrado el discurrir de los días, olvidado el concepto de fraternidad, serás un dios, conocerás la piedad y tal vez de una vez por todas puedas disfrutar de lo que te roban.

Esos cabrones, esos bandoleros de bayoneta oxidada, sonrisa mellada y poncho raido, te matan, que lo sepas.

Te han asaltado, aunque no te percates, poquito a poco te van quitando litro a litro, metro a metro, cada esquina de tu corazón.

Y el día, que al ver morir a un indefenso, sientas indefensa indolencia te darás cuenta del agujero de tu bolsillo, quedara constancia en tu cara de pánfilo, que mas da…

A fin de cuentas, todo esto son cosas del azar.

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